El devenir moral y legal de los pueblos ha tenido avances en materia de derechos que se expresan en nuevos marcos legales que, en el caso de un ministro o funcionario en la esfera judicial no debería desconocer, mucho menos rechazar con argumentos que han sido superados por diversos ámbitos científicos, filosóficos, jurídicos y éticos.
Por Angelina Uzín Olleros*
(para La Tecl@ Eñe)
El título pertenece a un artículo del filósofo Jürgen Habermas en su respuesta a Dieter Zimmer a propósito del tema de la clonación en seres humanos. En el presente texto lo tomo prestado para hacer una reflexión crítica sobre las afirmaciones del Ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona, ya que el “núcleo duro” del escrito habermasiano se aplica o se ajusta a la cuestión. Una síntesis de lo ocurrido: el ministro afirmó sobre el tema de la diversidad sexual: “…nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología, son inventos subjetivos”, situándose él y el gobierno actual en contradicción con el marco legal existente en Argentina: la Ley de Identidad de Género, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Reproducción Asistida, el Código Civil y Comercial de la Nación. Incluso reniega de lo que internacionalmente diversos organismos han proclamado sobre la identidad de género y la diversidad sexual, habrá que acercarle al ministro el dato que el Consejo de Derechos Humanos en el año 2011 aprobó la primera Resolución de las Naciones Unidas sobre orientación sexual e identidad de género.
Habermas sostiene que: “La biología no nos puede dispensar de consideraciones morales (…) los fundamentos de un orden jurídico igualitario sólo permiten aquellas competencias de decisión que son compatibles con el respeto recíproco de igual autonomía de cada uno de los ciudadanos.” Aquí expongo una clave fundamental desde la convicción de la existencia y la defensa de un estado de derecho: una política igualitaria en materia de derecho positivo y de derechos humanos amplía permanentemente el horizonte del reconocimiento de los sujetos de derecho, incluso en la Declaración Universal de DDHH todos deben ser considerados como tales sin distinción alguna. Habermas expresa que: “el fenómeno que nos inquieta es la imprecisión de las fronteras entre la naturaleza que somos y la dotación orgánica que nos damos” insistiendo en la diferencia entre “lo que somos por naturaleza” de lo “hecho” o “crecido”, dice entonces que “cabe entonces preguntarnos si bajo estas circunstancias se estaría modificando, en sus términos, la autocomprensión ética de la especie humana”, siendo la autocomprensión un fenómeno fundamentalmente histórico.
El devenir moral y legal de los pueblos ha tenido avances en materia de derechos que se expresan en nuevos marcos legales que, en el caso de un ministro o funcionario en la esfera judicial no debería desconocer, mucho menos rechazar con argumentos que han sido superados por diversos ámbitos científicos, filosóficos, jurídicos, éticos, etc. Podemos ahondar en numerosos ejemplos en los que en otro tiempo y lugar personas de diferente color de piel no podían contraer matrimonio (el caso del matrimonio Loving en Virginia EEUU) o una mujer negra no podía ocupar un asiento destinado para blancos (el caso emblemático de Rosa Parks).
Retornar a una afirmación tan arcaica como injusta a la idea de un criterio biológico para fundar la familia y los vínculos “normales” en una sociedad, máxime cuando este discurso es presentado a la cámara de diputados por un funcionario, debe advertirnos de los retrocesos en materia de derechos en una sociedad que democráticamente ha elegido a sus representantes, que no son los dueños de la república ni del parlamento ni de las instituciones argentinas. Sus mandatos son precarios y temporalmente ajustados a un momento estipulado por la Constitución Nacional. En la actualidad existe una multiplicidad de estudios e investigaciones que ayudan a sostener y comprender la diferencia entre sexo y género, y quienes están dispuestos o dispuestas a ocupar espacios de poder deben, tienen el deber de ocupar espacios de saber.
La filósofa Judith Butler en su célebre libro El género en disputa, expresa: “Sigo albergando la esperanza de que las minorías sexuales formen una coalición que trascienda las categorías simples de la identidad, que rechace el estigma de la bisexualidad, que combata y suprima la violencia impuesta por las normas corporales restrictivas. (…) Este libro está escrito entonces como parte de la vida cultural de un combate colectivo que ha tenido y seguirá teniendo cierto éxito en la mejora de las posibilidades de conseguir una vida llevadera para quienes viven, o tratan de vivir en la marginalidad sexual.” En definitiva, el avance en materia de derechos y las normativas que los sostienen se basa en el reconocimiento de la humanidad del otro/otra y del aseguramiento desde el Estado de una vida digna para todos y todas. Tal vez el primer paso sea, como afirmaba Fichte en el siglo XIX, de reconocernos a nosotros y nosotras cono seres valiosos dispuestos y dispuestas a vivir dignamente.
No hay libertad sin dignidad señor ministro.
Paraná, 4 de septiembre de 2024.
*Coordinadora Académica de la Maestría en Género y derechos. UNGS-UADER.