Mientras ella y algunos de sus acólitos (por utilizar palabras más livianas que alcahuetes) hacen piruetas interpretativas para tratar de situarla en el exacto punto del equilibrio de Juntos por el Cambio, la Teoría Psicoanalítica parecería desmentirlos al grado de poder demostrar que, en realidad es todo lo contrario. Eso si, no nos mal interprete: no estamos sugiriendo de manera alguna que se trate de una desequilibrada. “Del SuperYo al SuperEgo”, Capítulo siete de la saga incómoda “La Carrió – Retrato de una Oportunista”, que sábado a sábado se publica, en el modelo de folletín, en La Tecl@ Eñe.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“El Ello es totalmente amoral,
el Yo se empeña por ser moral,
el Superyó puede ser hipermoral y, entonces,
volverse tan cruel
como únicamente puede serlo el Ello”
Sigmund Freud
El psicólogo, escritor, motonauta, animador televisivo, panelista autodidacta e hipotético experto en clítoris Federico Andahazi supo sostener, en más de una ocasión, que Carrió “se instaló como el superyó de Cambiemos y cumple este papel de manera estricta”. En sus obsecuentes monsergas al respecto, suele agregar que “representa al superyó que, según las propias palabras de Freud, es la instancia moral incorruptible, insobornable”.
Como en tantas otras cuestiones (casi todas), discrepo con Andahazi ya que Freud postuló que “alrededor de los 4 o 5 años, el Yo reconoce las demandas del Superyó que está empezando a formarse y que le hace considerar lo real pero también lo ideal (es decir, cómo debe ser nuestra conducta). Esta instancia de la personalidad busca la perfección, produciendo sentimientos de orgullo (positivos) o de culpa (negativos)”.
A partir de esta definición -que es clásica-, la teoría del psicólogo Pro-Financiado se desvanece porque difícilmente pueda encontrarse en el discurso de Elisa María Avelina sentimiento de culpa alguno. Mucho menos alguna consideración de lo real y, finalmente, ningún filtro con el Ello, que ha sido definido por el propio Freud como “una reserva de energía psíquica inconsciente que lucha todo el tiempo para satisfacer impulsos básicos de agresividad, supervivencia y reproducción”.
“Freud advierte sobre el peligro de un líder político que se sitúa en el lugar de Dios, colocando a Dios en su Súperyo” ha explicado la psiquiatra Fanny Elman Schutt en un artículo publicado por la revista “Actualidad Psicológica” ¿Qué dice Freud en este sentido? “El hombre que instala a Dios en su Superyó sube por un estrecho paso de montaña de la grandeza, balanceándose por un oscuro abismo entre la neurosis y la psicosis. Si no puede cumplir las exigencias de la realidad, inventa realizaciones imaginarias hasta llegar al delirio, sustituyéndolas por bellas palabras…». Está claro que el padre del psicoanálisis no puede haber tenido a Lilita como paciente pero, considerando que ella habla con la Virgen María y hace el amor con Dios…
Para no irn tan lejos y, acaso, revisar nuestra postura, acudimos a Marcelo Halfon, un psicoanalista en cuyas manos se puede poner la cabeza con confianza.
“Freud, creador del psicoanálisis, diseñó dos modelos de aparato psíquico –explica Halfon-. Al primero lo dividía en tres instancias: conciente, preconsciente e inconciente. El segundo tiene otras tantas: superyó, yo y ello. El Superyó representa la conciencia moral y el modelo de época que incluye sus ideales. Aquí cabe establecer algunas diferencias necesarias. Moral y Ética. Lo individual y lo público”.
Y agrega: “La moral supone una referencia en trascendencia a valores superiores: el bien y el mal. Es individual, cada uno tiene sus propios valores. La ética, en cambio, hace a la situación, actúa en inmanencia, no invita a ninguna valoración externa, funciona por consentimiento de los integrantes de una comunidad y está basada en la igualdad entre ellos. A la moral corresponde la culpa y a la ética la responsabilidad. Se desprende de lo dicho que no es del orden de lo psicoanalítico homologar el aparato psíquico individual al “aparato político”, ni el sentimiento de culpa individual a la responsabilidad pública”.
Hasta aquí, el doctor Halfon parecería estar discursivamente en línea con lo que Andahazi plantea y, por ende, contra nuestra teoría pero, al rematar su análisis, abre la puerta a una cuestión acaso más grande pero que, a la vez, derrumba cualquier idea de ligar a Carrió (y a otros miembros de Juntos por el Cambio) a la moral. Al menos a la moral en el sentido en el que el “cambiemismo” utilizan la palabra. Dice: “El imperativo categórico actual es el cumplimiento del modelo neoliberal que no cesa en su afán de colonizar las subjetividades. El Superyó de nuestra época se caracteriza por su implacable voluntad de sometimiento a la pulsión de muerte en detrimento de la pulsión de vida. Es el individualismo a ultranza en la búsqueda del inalcanzable ideal del emprendedor de sí mismo que, por supuesto, estará siempre en deuda con él al no poder satisfacer su insaciable voracidad, sin que le importe el sacrificio de intereses, deseos, ni…. su propia vida”.
A esta idea de Superyó sí parecería ajustarse Elisa María Avelina… desde su más tierna infancia: ambiciosa (escribir insaciablemente voraz daría lugar a malas interpretaciones), capaz de cualquier sacrificio en pro de satisfacer sus avideces (y no sólo sacrificios personales), su pulsión de muerte[1] la encarama en la consideración de los que, como ella, no tienen límite. Y es, precisamente, esa ausencia de límite la que nos lleva a considerar que no tiene Superyó.
En este sentido, el Psicoanalista vincular, especialista en configuraciones vinculares y adicciones, licenciado Alejandro Pestarini, luego de explicar que para él, “desde la ética del psicoanálisis no corresponde hacer opiniones de carácter clínico sobre cuestiones constitutivas del aparato psíquico de nadie fuera del ámbito de la clínica psicoanalítica y menos aún hacerlas públicas”, intenta “hacer algunas reflexiones sobre la posición en que se ubican algunos personajes, como podría ser Lilita Carrió, en el escenario social. Se podría definir a este ejercicio como propio del ámbito cínico, que si bien se diferencian solo por una letra, en el sentido están en las antípodas”.
“Sigmund Freud –dice Pestarini– consideró al Superyó como una de las instancias del Aparato Psíquico. Le atribuye funciones comparables a la de un juez o censor del Yo con tres tareas básicas: ser la consciencia moral, sostener la auto-observación crítica y realizar la formación de ideales. Podemos señalar que algunos personajes son capaces de asumir funciones Superyoicas a nivel de lo social. Es así que esgrimen actos y enunciados como el reservorio moral, también se presentan no con poca frecuencia como críticos aún de su propia fuerza política y por supuesto también de sus rivales y nos plantean los ideales a los que todos supuestamente deberíamos adscribir. En síntesis se colocan en la posición de juez, censor y mentor de la República” y agrega; “me pregunto entonces sobre quienes son capaces de arrogarse el derecho de ocupar ese enorme y pesadísimo lugar. ¿Lo hacen de manera consciente e intencionada o no se dan cuenta de ese procedimiento? ¿Qué características de personalidad se requiere para que alguien sienta goce ejerciendo desde allí (ya que son posiciones que tienden a generar vergüenza y temor a la mayoría de los mortales)?”
“Ante esto y con una buena cuota de cinismo deberíamos orientarnos previamente a pensar sobre el Superyó de este tipo de personajes y sus efectos sociales si no existe una instancia instituida en sociedades como la nuestra a la que podríamos denominar el Supercarrió o incluso más aún sobre una instancia interna al Superyó, el Supercarrió del Superyó”, concluye el experto en configuraciones vinculares.
Por todo esto y porque el investigador de clítoris sostiene que Carrió “está hecha de la misma madera de Hebe de Bonafini” es que necesitamos dejar sentadas nuestras profundas diferencias. Qué digo diferencias: discrepancias, antinomias, discordancias, incompatibilidades y, por qué no, hostilidad manifiesta. No acordamos con la idea de que la frase «Hebe está más allá del bien y del mal, a Hebe se le perdona todo» sea aplicable a Lilita. Primero porque en el caso de Hebe no importa si todos le perdonan todo porque es ella la que no se perdona, la que no se maneja con un sistema de auto-indulgencia perfectamente verificable en Carrió.
Pero, además, porque todo lo dicho y lo actuado por Hebe a lo largo de su rica y militante historia está ligado a las causas populares, a la lucha por los que menos tienen, a los derechos humanos, a la solidaridad, a las causas más nobles mientras que, en el caso de la dirigente chaqueña, su verificable falta de límites y su desbocado manejo de las personas están siempre aplicados y dirigidos a obtener prebendas personales, individuales, incluso íntimas. Para satisfacción de su Súper-Ego. Sin respeto por el resto. Sin consideración del Ello. Sin… Superyo.
[1] Ver Capítulo 4 “Tanatocrática y Coqueta”
Buenos Aires, 24 de septiembre de 2022.
*Licenciado en Letras, escritor y periodista.
1 Comment
Que interesante Carlos. Siempre me pareció encuadrar a esta Sra. en la categoría de «psicópata-narcista». Una anomalía desde la cual se hace mucho daño, carece de culpa y de la que es casi imposible recuperarse., en especial de una persona que «habla con dios».
Gracias por este contenido tan analítico en un justo marco de ironía.