
La señal Bravo TV, de Perfil, lanzó en 2023 una serie de programas políticos que suponían un entrenamiento en la emisora televisiva para objetivos posteriores de mayor envergadura, como tribunas de debate o combate contra el poder hegemónico y devastador implantado en la Argentina desde diciembre de 2023, inclusive contra sectores del propio capitalismo. Los programas eran «Desde el canil», «Soy casta», «Comunistas» y «QR!» Pero, transcurridos unos meses, la grilla se fue vaciando hasta que el último bastión cayó: Adiós «Comunistas», adiós Bravo TV. El capitalismo es despiadado lucro, y la mercancía ganadora, manda.
Por Adrián Desiderato*
(para La Tecl@ Eñe)
Ésta es una nota contra las leyes del mercado y el capitalismo, y el lugar donde debería haberse publicado, por honestidad intelectual de quien la escribe y por lealtad hacia la empresa periodística que critica, era precisamente allí, donde el hecho capitalista se produjo, un multimedia que, contrariamente, es ejemplo de periodismo crítico e independiente en un tiempo nefasto y mileísta –son sinónimos–, pero que, por su inserción ideológica, justamente, no puede escapar a su naturaleza mercantil, lógica empresarial o el eufemismo que le quepa. No pudo ser allí por motivos que no viene al caso reseñar, lo que sí debe ser es que la nota vea la luz, en honor a un programa de tevé que no debió ser levantado de la grilla, de no haberse interpuesto ese monstruo orwelliano al que, en la imbecilidad de estos días, llama «Mercado», pero bien podrían llamarlo «Gran Hermano». Están en su derecho: los que ponen el dinero ponen sus ideas, esto se sabe desde el Eclesiastés y lo prueban exitosas corporaciones, como el Judaísmo S.A., el Cristianismo S.A. y alguna otra S.A., sin ir al montón de las Religiones S.R.L. Tampoco es fácil encontrar una vía de publicación alternativa en un ambiente, el periodístico, estragado por intereses económicos e ideológicos que los vuelven obsecuentes y sesgados, por no decir patéticos. El multimedia del que hablamos es una de las contadas tribunas abiertas a expresiones de izquierda y de derecha, más allá de que no abjure, es normal, de sus propios objetivos. En sus páginas, portales, pantallas, audios y plataformas caben periodistas y opinadores de variado pelaje, a un extremo y otro del espectro, y hasta de centro, esos que «ni chicha ni limonada», provenientes de un refrán famoso, el de que «a los tibios (y a los socialdemócratas) los vomita Dios». Hecho el introito, vamos al meollo de esta nota. Tiene que ver con una fábula, antigua, de origen desconocido, pero que la tradición atribuye a Esopo: la del escorpión y la rana. No es que lo acontecido remita a esas especies, ni en alusión ni como metáfora, porque «los mercados», aunque se le quiera hacer creer a la gente –tan creedora– que son algo, en realidad son nada, usinas de usureros en busca de usufructos. A lo que remite, sí, la fábula, es a su insuperable moraleja. Recordémosla. A la vera del río, el escorpión le pide a la rana que le permita subirse a su lomo para poder cruzar a la otra orilla. La rana, que no es tonta, le contesta que no, porque «vos, escorpión, me vas a picar, inocularme tu mortífero veneno y ambos nos hundiremos y ahogaremos». El escorpión le asegura que no porque, ratificando lo dicho por la rana, significaría su propio aniquilamiento. El argumento del escorpión, típico de políticos, convence a la rana. E inician el cruce. Todo marcha como sobre flotantes hasta que, en mitad del río, el escorpión le clava su aguijón a la rana, ambos desaparecen de la superficie y sucumben. Vale redundar en la moraleja, aunque se la conozca de sobra, para incrustar en la cabeza conceptos que hagan inteligible la realidad, a la manera en que un pájaro carpintero taladra incansable el tronco para ahuecar un nido provechoso, como quien mete un voto en una urna o una bala en el corazón de un fusilado. Se dirá que un ser humano carece de la lucidez de un pájaro carpintero, y es cierto, sí, también. Pero volvamos a la moraleja, tan clara como el agua –de ese río, al menos–, y es la de que «nadie puede ir contra su naturaleza». Ni siquiera una rana, pues su instinto, está a la vista, la llevó a cruzar el río. Y aquí es donde la fábula se toca con el multimedia. Un multimedia es una empresa, una empresa está inserta en el capitalismo, el dueño de una empresa capitalista es una persona de ideología capitalista, la ideología capitalista tiene como fin ganar dinero. Eso de «cuidemos el planeta», «levantá de la vereda la caquita de tu mascota», «trabajamos para vos» son sólo ardides publicitarios, trampas con camuflaje, mentiras cazabobos. No lo descubrimos nosotros, lo del capitalismo, lo expresan a voz en cuello todos los empresarios, incluidos los que ejercen su práctica en el periodismo como modus vivendi. Elección laboral, asunción existencial, inserción en el mundo. La función periodística, en teoría, es informar, de la forma más independiente y objetiva posible, porque ¿quién podría evitar, en su inconsciente, deslices subjetivos? Deslices, no evidencias groseras y grotescas, como la de tanto «comunicador» en boga. No es el caso de este empresario y de esta editorial, pero sí es el caso de que es un empresario, porque su multimedia es una empresa, y empresa y empresario no pueden ir contra su naturaleza, como dice Esopo o el hitita o quien haya sido el que imaginó la fábula sobre la rana y el capitalismo. Prima el negocio, es su razón de ser. «A un empresario no le debe dar vergüenza ganar dinero», oímos por ahí. Es una máxima del capitalismo. ¡Las cosas que hay que oír!
Ahora vayamos a Editorial Perfil, la destinataria de esta nota. Se diversifica en gráfica, radio, web, enseñanza de comunicación a nivel terciario y, lo que nos interesa, canales de tevé. NET TV, Bravo TV, Caras TV, Canal E. A uno apuntamos. Nos habíamos creído a pie juntillas, allá por marzo, un lanzamiento promisorio: «Perfil se pone Bravo» y «Lejos del poder, cerca de la gente». Se anunciaban programas políticos filosos, por lo coyuntural e innovador, eso de meter cuña –puñales, estiletes– en una oferta adocenada y tendenciosa, carne muerta, por daño que ocasione a los vivos. Dos títulos resultaban, de por sí, provocadores: Comunistas, no se necesita agregar por qué, y Soy casta, en su doble juego de castidad y «casta política», un programa de mujeres por mujeres. Un tercero, QR!, ya venía de un fructífero 2024 en A24, un medio que se sacó del todo la careta y se feimannizó, rossió, lajeó hasta el asco, por lo que dejó de tener cabida ahí. El cuarto, Desde el canil, aparecía, por horario, como el preámbulo de los otros tres, todo en un bloque de 18 a 24 estabulado de lunes a viernes. Al día de hoy, excepto uno de esos programas, los otros tres volaron, suplantados por distintas apuestas, al arbitrio de lo que será su «durée», que no es la de Bergson, sino de lo berreta que resultan las «duraciones» en el capitalismo, ya que sólo se miden en moneda. Es su lógica, porque el capitalismo tiene lógica, dijimos, y pensadoras del calibre de Adela Lemuán y Celia Reichstag… es así, ¿no?… lo refrendan, por respetar el cupo femenino de la igualdad de género. Ante el levantamiento de la grilla de Bravo TV, entonces, de programas de potente corte político lanzados en marzo, uno podría rebobinar el casete y revertir aquellos eslóganes y, en vez de «Perfil se pone Bravo», por caso,pensar que «Bravo se pone de perfil», o, en vez de «Lejos del poder, cerca de la gente», insistir en que, «Más que alejarse del poder, lo que parece es alejarse de la gente», de aquella que no tenía voz y la encontraba en «Comunistas». Recapitulemos. Siete meses atrás se lanzó por Bravo TV esa cuádruple propuesta arriesgada y valiosa como los versos imborrables de Borges en El remordimiento, que arrancaban su segundo cuarteto con: «Mis padres me engendraron para el juego / arriesgado y hermoso de la vida, / para la tierra, el agua, el aire, el fuego. / Los defraudé. No fui feliz…».

Una propuesta visionaria, la de Perfil, inversamente proporcional al oscurantismo de estos días. Para celebrar por una audiencia lúcida, se concordase o disintiese con los «camaradas» invitados día a día. La señal venía marcando su tónica con telenovelas latinoamericanas y se podía pensar que hasta eran un entrenamiento en la emisión televisiva para objetivos posteriores de mayor envergadura, como tribunas de debate o combate contra el poder hegemónico y devastador implantado en la Argentina desde diciembre de 2023, inclusive contra sectores del propio capitalismo, que quedaron arrasados; ni hablar que uno de los blancos predilectos de ese poder devastador, también fue el periodismo contestatario. Los programas eran e iban: Desde el canil (de 18 a 19), Soy casta (19 a 20.30), Comunistas (20.30 a 22) y QR! (22 a 24). Sin embargo, Soy casta, de repente, desapareció; tiempo después ocurrió lo mismo con Desde el canil, ¡QR! aguantó y Comunistas, el 14 de octubre, un «martes», pese a no caer en 13 como para darle pie al refrán «no te cases ni te embarques», cayó como el Muro de Berlín, para felicidad de Fukuyama.Ya olía mal que hubieran quitado la escenografía original de Comunistas, pero el capitalismo no siempre es brutal, a veces, cuando le conviene, como en el «progresismo» o en el «estado de bienestar», tiene delicadezas, ¿por qué desconfiar, pues, de un medio capitalista que daba cabida a voces tan variadas y había pegado en marzo aquel golpe de efecto? Guevara había advertido alguna vez que «al imperialismo no hay que creerle ni un tantico así» y acompañó lo dicho con un gesto inconfundible de sus dedos, pero no siempre uno tiene a mano su memoria. «Comunistas» también atravesó algunos sacudones, pues había comenzado con la conducción de Juan Di Natale y éste, de un día para otro, dejó de estar. El hueco se notó. Lo reemplazaron de ocasión al lunes siguiente, el martes se emitió un programa grabado anterior y el miércoles, ya en mente nuestro «adiós, Di Natale, adiós Comunistas, adiós, Bravo TV», apareció un tal Santiago Llull. Uno, ese día, dudó, el jueves siguió extrañando a Di Natale, pero, ya el viernes, Llull no sólo dio la talla, sino que mantuvo el equilibrio entre partícipes y hasta agregó cierta densidad. Si bien «Comunistas» nunca fue lo que fueron aquellas noches fascinantes de Tato Bores, tenía lo que hay que tener hoy. Por eso lo del martes 14 fue un mazazo: última emisión de «Comunistas». Ya sí adiós. Adiós definitivo. La moraleja de esta fábula, no la de Esopo, sino de ésta, es que no sólo «no se puede ir contra la propia naturaleza», sino que «el capitalismo es despiadado lucro, negocio, conveniencia, ganancia, mercancía». ¡Pobre mentalidad, la de los capitalistas! Creerse que la Tierra es el centro del Universo y que ellos son el centro de la Tierra, sin comprender que no son más que otro esqueleto que sostiene una carne que se descompondrá en polvo y gusanos.
Sábado, 1 de noviembre de 2025.
*El escritor en su torre de marfil.

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