Julia Mengolini fue emboscada con el propósito de una vendetta. Sobre esos conceptos se organiza esta carta.
Por Rocco Carbone*
(para La Tecl@ Eñe)
Exponer debilidad frente al mafio-fascismo atiza su furia.
Ley de la historia.
“Un objetivo simple y brutal”, que Julia Mengolini publicó en Anfibia el 30 de junio, explica cómo la periodista de Futuröck fue victimizada y perseguida a través de una operación coordinada y sistemática de fake news que se elaboró públicamente para “(de)mostrar” una supuesta relación incestuosa con su hermano. El texto desanda cómo el propio presidente intervino en este escenario por medio de una ametralladora de “más de ochenta y cinco (¡85!) tuits y retuits con mensajes y videos” (www.revistaanfibia.com/julia-mengolini-un-objetivo-simple-y-brutal/).
Dos pasajes aparecen en el texto que me gustaría enfatizar. En la operatividad de los poderes que Mengolini describe, reconoce un “mensaje mafioso que explícitamente refiere a ‘un vuelto’” por “haber dicho en campaña que el candidato Milei ‘estaba enamorado de su hermana y vivía con ocho perros’”. El “vuelto” para Julia -y al que refirió el propio presidente- reafirma el primitivismo persistente que en general exhibe en sus réplicas. El segundo pasaje del texto de Anfibia refiere a “campañas de difamación desde las redes sociales, la validación y difusión desde grandes medios de comunicación y, finalmente, el sello político desde la máxima autoridad del país. Es un sistema. Un sistema de acción estrictamente fascista”.
Mengolini es un emergente zamarreado por dos poderes concurrentes y criminales: el poder mafioso y el poder fascista. La historia así lo demuestra. Son potencias tanáticas que ante los grandes problemas de la humanidad, de grave decisión y de profunda disensión, suelen retirarse a las sombras, esperar y a asegurarse dos salidas posibles, excluyentes y antagónicas entre sí, para resultar siempre beneficiados en la clave de la acumulación de: poder, violencia y capital. El poder mafioso y el poder fascista confluyen en la versión “paleolítica” del neoliberalismo -el copamiento estatal para sus negocios y la cultura antiestatal para no obstaculizarlos-, pero representan algo más. Y es este matiz que debe ser escrutado. Son herramientas supremacistas, peligrosas aunque berretas, del capitalismo en crisis (esto último parece que debe ser traducido, quiere decir: del capitalismo que genera crisis de las que se alimenta y beneficia pero de las que no quiere hacerse cargo porque para eso están las clases trabajadoras), de los monopolios corporativos globales absolutistas totalitarios y de nuevas clases sociales: las aristocracias tecnológico-financieras que quieren apropiarse siempre un alguito más del ser humano, del ser animal y del ser natural. O sea: de todo lo existente. Incluso el socialdemocratismo mediático lo entiende: se trata de nuevas clases que se arrogan “una libertad discursiva para dominar, denigrar y ofender [… que es] un componente esencial de los procesos contemporáneos de fascistización, principalmente entre los estratosféricamente ricos” (Alberto Toscano, “Fragmentos para una teoría del cuerpo tardofascista”, https://jacobinlat.com/2025/06/fragmentos-para-una-teoria-del-cuerpo-tardofascista/).
Estar en el ojo del ciclón, ser elevada por las potencias del poder fascista y del poder mafioso supone padecer las modalidades violentas de la vendetta y de la emboscada. Julia Mengolini fue emboscada con el propósito de llevar a cabo una venganza.
Fascismo global. Una de las modalidades de este poder a escala global es la emboscada. Se trata de una forma de la violencia supremacista -el supremacismo es inherente al poder fascista- para inhibir al sujeto construido previamente como alteridad enemiga. La emboscada implica una acción organizada alrededor del ocultamiento y la sorpresa. El agresor se oculta y lo hace para sorprender a su víctima y afectarla cuando esta menos se lo espera. Esta modalidad de la violencia está emparentada con el sigilo. Y el sigilo se encuentra en el corazón del poder fascista; al menos del fascismo contemporáneo, que no se reconoce como tal y que hasta repele la palabra para sí. Si el sigilo anida en el núcleo del poder fascista, la emboscada es sigilosa por su propia naturaleza. El agresor se camufla, desaparece en el entorno, se envuelve en el sigilo como en una segunda piel y en el momento adecuado descerraja el zarpazo. Un poder que elige la emboscada es esencialmente cobarde. El poder fascista es así. Julia Mengolini fue emboscada por insistir en un lugar de disidencia. Hay otras que permanecen también allí. Es el arco que describe la trayectoria que va de Milagro a Cristina.
Capitalismo mafioso. Una de las modalidades de este poder a escala global es la vendetta. Los valores existenciales que configuran el poder mafioso son: el honor, la violencia, la resolución de conflictos a través de la vendetta y la omertà. En cuanto a esta última palabreja, se trata de la ley de poder (silencio, ceguera, sordera) que resguarda la intimidad de las famiglie y alude a todas las modalidades de la violencia que informan las acciones del cosmos mafioso. En «Karina. La hermana, el jefe, la soberana» de Victoria de Masi encontramos un pasaje relevante a este respecto: “La intimidad para los hermanos Milei -y su entorno más fiel- es algo así como un bien, otra representación de la propiedad privada” (p. 34).
El concepto de “vuelto” está emparentado con la idea de omertà. El vuelto es un castigo impuesto por privados (trolls) a un/a agresor/a supuesto/a como satisfacción por una ofensa recibida por un actor público. “De nosotros mejor no hablés” -aquí fraseado el concepto de la omertà– “y si hablás, atenete a las consecuencias” -la vendetta. El continuum público-privado es característico de las prácticas de las organizaciones y de los actores mafiosos. El poder mafioso tiende como precepto a invadir los espacios de la gestión de lo público para someterlos a intereses privados. El método mafioso pone en diálogo y coordinación ámbitos que tendemos a pensar como opuestos: la legalidad y la ilegalidad articuladas a partir de la violencia privada (paradójicamente) estatalizada.
En el código de honor mafioso, la ofensa -cualquier acción que atente contra la honorabilidad y la dignidad del poder mafioso que es esencialmente familiarista– debe ser vengada. Todo insulto, toda falta de respeto o toda traición, para los códigos del poder mafioso, deben ser reparados. La vendetta, violenta por definición, tiene el propósito de restaurar el honor del poder mafioso ofendido. En esta cosmovisión existencial, no es un delito sino la aplicación de una pena que permite restituir un orden momentáneamente suspendido. Se mata o se persigue violentamente a quien comete un error o una infamia: sgarro -desliz, desgarro-, en italiano, que es lo que habría cometido Mengolini al hablar del presidente, su hermana y los perros, y por eso recibe el “vuelto”. La violencia mafiosa articula un equilibrio finísimo entre violencia en potencia (amenaza) y violencia descarnada, en acto, ya que el rol que tiene el mafioso en el mundo depende del uso (posible: amenazador) de esa violencia.
Mengolini lo dice así: “mi caso es elocuente para entender por qué todos estamos en peligro”. Ella en efecto es una emergente -una entre tantxs; una de entre una clase: la que organiza su existencia alrededor del trabajo; una de un campo abigarrado: el nacional y popular, de donde históricamente surge la potencia de la emancipación- zamarreado por dos poderes sucedáneos.
Emancipación
El límite de los poderes enfocados, si se lo propone, puede trazarlo la emancipación. Es decir: nosotrxs, el campo nacional y popular. Debe tener presente, sin embargo, que ninguna fuerza reformista, que considera prácticamente inconmovibles las bases de la estatalidad, logrará constituir ese límite. Toda fuerza de esa índole inevitablemente quedará subordinada a las ideas y a la moral del capital. La socialdemocracia, además de ser siempre una experiencia burguesa de segunda calidad, es incapaz de detener las potencias oscuras que elevan y sostiene al capitalismo en crisis, que nos es contemporáneo. La emancipación, en una lucha continua, debe crear su herramienta para intervenir en este momento histórico a través de la educación, la historización de las luchas populares, la memoria -sin una rememoración sostenida no podemos aprender a vivir con nuestros fantasmas y por lo tanto no podemos pensar (Haraway)-, la selección de cuadros. Una herramienta no solamente política sino también moral, independiente e irreductiblemente opuesta a los modos de entendimiento de la vida capital.
El texto contiene lenguaje inclusivo por decisión del autor.
3 de julio de 2025.
*Filósofo y analista político. CONICET.