El ocultamiento de la masacre en Plaza de Mayo en junio de 1955 fue uno de los grandes éxitos del sistema de “libertad de prensa” en el que nos desempeñamos los periodistas en este país. Rodolfo Walsh, que nunca integró ninguna Academia, rompió la censura sobre los fusilamientos con “Operación Masacre”, pero lo tuvo que publicar en medios que no formaban parte de la estructura del sistema. Democratizar la información es una deuda histórica.
Por Luis Bruschtein*
(para La Tecl@ Eñe)
“En una charla que dio Laura Bonaparte en La Plata, ella preguntó si alguno de los presentes conocía nombres de muertos en los bombardeos. Y nadie contestó. Eso me golpeó y motivó la investigación.” Lo dijo en una entrevista en 2004 Gonzalo Chávez a raíz de la publicación de una investigación suya sobre los bombardeos a Plaza de Mayo, donde identificó a 170 de las 350 víctimas del bombardeo, que además dejó 800 heridos.
Laura era mi madre, también Madre de Plaza de Mayo y siempre le voy a reconocer que tuvo la capacidad de adelantarse a los temas importantes con mucha precisión y profundidad. Chávez es uno de los fundadores históricos de la JotaPe, desde su militancia en el Movimiento Revolucionario Peronista que dirigía Gustavo Rearte. Su padre, un suboficial retirado del ejército participó en el levantamiento del general Juan José Valle, en 1956. Y fue asesinado por la triple A junto con otro de sus hijos en 1974. Hay que reconocer que Gonzalo puede hablar con autoridad sobre peronismo.
La pregunta de mi madre y la impresión del Negro Chávez se relacionaban con uno de los hechos más trágicos y deleznables cometidos contra el pueblo argentino. Hay muy pocos ejemplos donde la aviación militar de un país bombardeó durante varias horas a su propia población civil.
No hubo error, hubo saña. Porque no se mata por error a más de 350 personas. En la ciudad vasca de Guernica hubo 130 muertos y fue bombardeada en forma sistemática por aviones alemanes e italianos. Estos criminales utilizaron alrededor de 30 aviones de la marina y de la Fuerza Aérea que en varias oleadas bombardearon a la Plaza de Mayo y sus adyacencias desde las 10 de la mañana hasta las tres de la tarde.
No fueron daños colaterales: hubo saña criminal en esos aviadores, con la intención de amedrentar a los peronistas que en la última elección, – se había realizado el año anterior para elegir vicepresidente- habían ganado con el 64 por ciento de los votos. La masacre en Plaza de Mayo habilitó el golpe que derrocó al gobierno legítimo de Perón, tres meses después, el 16 de septiembre de 1955.
Lo que impresionó a Chávez fue que nadie supiera siquiera el nombre de una de las víctimas. La imagen que instalaron durante décadas los golpistas del 55, con la complicidad de los medios de información de la época, era que había sido un bombardeo con pocas víctimas. Simplemente habían bombardeado los edificios. Pero dejaron las marcas de los balazos como advertencia en las paredes del ministerio de Economía durante muchos años.
La hegemonía en la construcción de lo simbólico, a partir de la manipulación de la información, las persecuciones y las proscripciones fue tan poderosa, que hasta el mismo peronismo naturalizó de alguna manera el bombardeo como un hecho de guerra. Se hablaba mucho de los fusilamientos y muy poco de los bombardeos.
En esa reunión a la que hace referencia Chávez se produjo el cruzamiento entre los derechos humanos y la mirada de un veterano luchador del peronismo. Hubo un cruce en ese punto. Para mi madre, era muy importante que los desaparecidos dejaran de ser NN y fueran reconocidos como seres humanos con identidad, historias, afectos, ilusiones y derechos ciudadanos. Y el Negro se dio cuenta que eso no había ocurrido con las víctimas de los bombardeos. Que esas víctimas también eran desaparecidos de la historia oficial.
Hace poco se eligieron en una ceremonia las nuevas autoridades de la Academia de Periodismo. Los periodistas que se nombraban fueron entusiastas divulgadores de las denuncias contra los gobiernos kirchneristas. Ahora que sale a la luz la red de espionaje que había montado el macrismo y sobre las que se basaban esas denuncias falsas, ninguno de ellos le dio relevancia al tema.
Aunque lo nieguen y declamen “independencia”, los medios y los periodistas reproducen las relaciones de poder que se disputan en la sociedad. Con la diferencia que los medios de comunicación son grandes corporaciones y la pauta publicitaria proviene de grandes empresas. En consecuencia responden en su mayoría a los intereses del poder económico.
Es impresionante como lograron durante décadas mantener la censura sobre los bombardeos. Durante años no se podía publicar nada sobre el tema y era imposible conseguir estas mismas fotografías que ahora circulan en las redes. Aún hoy no se puede acceder por internet al ejemplar de Clarín de ese día.
Chávez publicó su libro en 2004 con 170 nombres. En 2010, el Archivo Nacional de la Memoria logró identificar con nombre y apellido -a partir de investigaciones en los hospitales que recibieron a los muertos y heridos de ese día- a más de 350 de las víctimas. Y se calcula que podrían llegar a 400 porque hubo cuerpos que quedaron irreconocibles. Y en el 2015, el ministro de Defensa Agustín Rossi, habilitó los documentos reservados sobre la masacre, con fotografías y otros datos de las causas judiciales abiertas.
La historia no tiene secretos. Los que sí los tienen son los medios. Uno de los aviadores criminales era Carlos Massera, por ejemplo, hermano del almirante, y otro, el ex intendente Osvaldo Cacciatore. En Uruguay los recibió Guillermo Suárez Mason.
El ocultamiento de la masacre en Plaza de Mayo fue uno de los grandes éxitos del sistema de “libertad de prensa” en el que nos desempeñamos los periodistas en este país. Rodolfo Walsh, que nunca integró ninguna Academia, rompió la censura sobre los fusilamientos con “Operación Masacre”, pero lo tuvo que publicar en medios que no formaban parte de la estructura del sistema. Democratizar la información es una deuda histórica.
Buenos Aires, 17 de junio de 2020
*Periodista
2 Comments
Aún hoy en pleno siglo XXI y después del juicio a las Juntas y de los sucesivos juicios a los genocidas de los 70 resulta claro que los bombardeos de Plaza de Mayo son un baluarte de la ignominia de los asesinos de clase en Argentina.
¿No participó también Miguel Angel Zavala Ortiz, que después fue canciller de Arturo Illia? Otra cosam Gonzalo Chaves es con S final