Por Noé Jitrik*
(para La Tecl@ Eñe)
La suerte, que me ha provisto de numerosos dones, me ha permitido caminar en un sendero accidentado, lleno de piedras, una ligera colina que llega hasta un manantial. Mientras mi hijo carga agua que mana, incesantemente, me siento en una piedra en forma de silla, respiro y bebo el silencio, apenas se mueven las hojas de los árboles y arbustos, apenas se escucha un trino o algo que todavía no lo es y siento que baja sobre mí, montado en el silencio, el cosmos, el cielo se me precipita y me arroja la pregunta que no se puede responder: ¿qué soy, que conjunción de partículas o no sé qué han hecho de mí algo que designo como un “ser”, que algunos llaman “persona” y que, por añadidura, está en el mundo, junto a otros semejantes que tal vez no se vean asediadas por esa profunda e inútil pregunta. Filósofos diversos la han formulado, no es fácil comprender el sentimiento de ser y, de paso y como consecuencia, el sentido de lo que se llama “vida” y que se me precipita sentado sobre una piedra mientras espero que el manantial me entregue su líquido que vendrá en las diligentes manos de mi hijo, “ser” a su vez, “persona”, a su vez, como tantos que porque sienten el intenso gozo del vivir, no sienten el peso de esos instantes aterradores, aéreos como ése.
Informaciones provenientes de Moscú indican que el Presidente Putin ha manifestado una gran preocupación al enterarse de que varios grupos de ciudadanos argentinos de los varios sexos están organizando manifestaciones favorables a Ucrania bajo el lema “Todos somos Zelenski”, tal como lo hicieron con el desdichado fiscal que se inmoló en su residencia porteña: “Todos somos Nisman” proclamaron y eso tuvo enormes consecuencias, convirtió un suicidio en asesinato conmoviendo varias esquinas de las ciudades argentinas. En cuanto a “Todos somos Zelenski” es indudable que gravitará en el desarrollo del conflicto ruso-ucraniano: una de sus principales promotoras, la aguerrida Patricia Bullrich, consciente de la energía que esa consigna ha despertado, ha anunciado su propósito de colaborar en persona con los ucranianos que resisten valerosamente a las tropas rusas que penetran en su territorio y viajar a Ucrania para expulsar a los rusos que están por ahí. Enterado de semejante peligro, Putin ha declarado que “eso no me lo esperaba, si lo hubiera sabido no me meto en este lío”. Es probable, por lo tanto, que se arregle muy pronto esa desagradable situación y los rusos, humillados y arrepentidos, como personajes de Dostoiewski, se vuelvan a sus casas para atiborrarse de vodka, cantar canciones tristísimas y pegarles un poco a sus mujeres.
En una de sus menos felices intervenciones –así lo entendió mucha gente- Borges pontificó con la siguiente frase, más o menos, “La democracia, esa superstición”. No era una metáfora, no era un chiste, era una convicción. Aludió, me parece, a lo que “se cree” que es y, por eso, como toda superstición, conduce a la falacia, al autoengaño. No lo habría discutido en su momento y menos ahora, no sólo porque el emisor de la sentencia no está al alcance de la mano, sino porque no me interesa enzarzarme en una discusión sin objeto. Sin embargo, porque creo que hay, además, un error en la formulación, me permitiría, sin faltar a su sagrada memoria, corregirla: él habría podido decir, en cambio, “La democracia, esa institución” o, mejor aún, guardando la sonoridad de la frase, “La democracia, esa televisión”. ¿Es arbitraria esa sustitución? No lo pienso: en las instituciones creemos, si no creyéramos estaríamos en el aire, desprotegidos, sin escuelas ni seguridad ni iluminación ni quién vele por nosotros, aunque no lo haga bien ni como corresponde; la televisión, a su vez, es un generador de creencias que no descansan en la verificación ni nos proporciona otra cosa que un fantasma de conocimiento, lo mismo que la superstición. Pero, ¿por qué democracia? Pues porque lo sostenemos, nos alimentamos voluntariamente de lo que nos proporcionan, votamos por el falso saber e internalizamos lo que nos insuflan y decidimos, tan contentos. ¿Quién nos quita el derecho a opinar? Eso es, pues, democracia y de ahí estos apuntes y estas relaciones.
Creo que ha sido probado que Nisman no fue asesinado sino que se suicidó: todas las afirmaciones de lo contrario no sólo fueron desbaratadas sino que son francamente tramposas y ridículas. Pero, ¿por qué se suicidó? Las hipótesis, o las interpretaciones, no son muchas y hasta se diría que triviales: depresión, angustia y no sé muy bien qué más. Se me está empezado a ocurrir otra, más novelesca quizás pero paranoicamente verosímil, como sería una conspiración pensada a lo mafioso y con un objetivo claro: terminar con Cristina, a quien le adjudicaban y adjudican el papel de peligrosa amenaza contra intereses que no conocemos pero que son fuertes, las transnacionales por ejemplo, los ricos locales, los que han puesto sus millones en los paraísos fiscales, los narcos, los especuladores y toda la caterva que se siente dueña del planeta. Los conspiradores, vaya a saber uno dónde se juntan y planean, se plantean el problema, cómo terminar con esa mujer. Uno lanza una idea, no se la puede asesinar porque daría lugar a una pueblada incontenible, debe ser algo más práctica, más normal, sólo cabe enredarla en un laberinto interminable que al final pueda llevarla a la cárcel o, si no se puede, al menos enlodarla. Un asistente, tranquilo, duro, propone, la AMIA, así nomás, mero enunciado que los obliga a pensar; esos cerebros se ponen en marcha y alguien encuentra la solución, el “Memorándum” enuncia y todos comprenden. ¿Cómo? Por el hilo más delgado: hay que pensar en alguien que está en el asunto, se movió cuando fue aprobado pero ahora bien puede dar un sartenazo, qué tal si él mismo lo denuncia. La mirada podría posarse en un diputado, hasta en un ministro pero es demasiado, más espectacular es que un Fiscal, que debía incluso participar en lo que el Memorándum convenía, salga a denunciar de pronto a Cristina como cómplice de los autores del atentado. El elegido es Nisman, le encanta la buena vida, las mujeres soñadas, las playas y el dinero, un buen conjunto, no será difícil convencerlo de que haga su parte. No se puede saber quién lo negocia pero el negocio se hace; acepta, redacta dicha denuncia, vuelve precipitadamente de Europa, la hace conocer y encuentra rápido, acaso espontáneo, apoyo en las brujas más feroces que circulan, la Alonso y la Bullrich, y el asunto toma estado público, tiene que ir al Congreso para explicarlo y la trama parece llegar a su punto culminante, Cristina crucificada y, con ella, el Canciller y tres o cuatro más. Da la impresión de que la opinión pública se tragó el anzuelo pero encuentra obstáculos, es raro que no lo hubieran previsto, el Congreso, Interpol, algunos periodistas, si el plan fracasa que no se sepa quién lo urdió. Nisman lo sabe, sabe todo y de instrumento se convierte en ese domingo fatal en amenaza, no se puede confiar en él, hay que eliminarlo o tiene que eliminarse. Si los domingos son duros de soportar, éste con más razón, nadie le contesta, lo han dejado sólo, o no tanto, ponen a su disposición un arma que le ofrecen para que todo desaparezca, con él inclusive, sacrificio que debe hacer porque, de lo contrario, la mafia aprieta, su familia, sus hijas, todo lo que puede pasar. Un disparo en la cabeza y luego la andanada de acusaciones a Cristina como si ella lo hubiera hecho asesinar. Plan no perfecto pero bastante aproximado a la perfección, tal como lo presentan todos los diarios afectos al macrismo: no se habla del “Memorándum” y su falsedad, sólo del muerto, con diversas complicidades. Cristina indemne, muchos decían “Todos somos Nisman”, ya nadie lo dice, la realidad de lo que pasó queda encerrada en un triste ataúd enterrado en La Tablada.
Buenos Aires, 30 de abril de 2022.
*Crítico literario, ensayista, poeta y narrador.
3 Comments
Hace un par de días leí en la contratapa de un diario un texto de Jitrik que me emocionó, ahora esta joyita. Vida eterna al maestro Jitrik, gracias a la Teclaenie una vez más.
Gracias, Leandro. Saludos!!
👏👏 Sr Jitrik gracias