El autor de la nota se remonta a la antigua Roma para, en un paralelismo interesante, reflexionar sobre la abstención generalizada que se manifiesta en las elecciones realizadas, abstención que es el lugar donde van los que no van a votar. El problema es que, sostiene Calcagno, a contrario del antiguo Aventino, que politizaba el reclamo en una propuesta de gobierno en base a un territorio alto como una colina, el Aventino argentino es un páramo político, pues es inaccesible a análisis que hablan de la apatía, el cansancio o la repetición de las elecciones. ¿Y si lo que faltan son propuestas?
Por Eric Calcagno*
(para La Tecl@ Eñe)
Las elecciones realizadas en Argentina en lo que va de este año 2025 están signadas por los bajos porcentajes de participación ciudadana, con registros que van desde el 53,3% en CABA hasta los más de 60% en Jujuy y Formosa. Magros resultados para un país que cuenta con una ley de voto obligatorio. En la Provincia de Santa Fe, donde además votaban constituyentes, no superaron el 55,4% de votos sobre el total de electores habilitados. ¿Pero dónde van los que no van a votar? ¿Al Aventino? ¿Y qué es eso?
Más conocida en Italia, la figura política del “Aventino” no es muy conocida en la Argentina. Es cierto. Sin embargo, es un concepto que quizás sea interesante para la realidad que nos habita hoy. Así como el peronismo tiene veinte verdades, la antigua Roma tiene siete colinas por origen. Son el Palatino, Capitolio (o Capitolina), Aventino, Esquilino, Celio, Quirinal y Viminial. Aquí nos interesan dos de ellas: el Capitolio y el Aventino. La colina Capitolina, pese a no ser la más elevada, contiene los templos de Júpiter Óptimo Máximo, Juno Moneta y Minerva, el tridente capitolino, como se lo conoce. Allí está el poder político, pues Júpiter es el dios mayor; Juno, que es el poder económico, ya que auspicia la prosperidad de los romanos a través de la moneda -pues allí estaba la ceca; Minerva, nuestra conocida Atenea de los griegos, que representa el poder del conocimiento. Estos tres poderes estaban en manos de los patricios, la clase alta romana de entonces, que proveía de sacerdotes acorde a los intereses propios el funcionamiento de esos lugares sagrados.
Frente a tal concentración de poder, el pueblo romano -todo el que no sea patricio- quedaba marginado de cualquier existencia política. Conscientes que los dominantes no son nada sin los dominados, la plebe encara el camino hacia alguna colina vecina, con el objeto de fundar una nueva ciudad sin los “optimates” (los mejores), que así también se consideran los ricos de Roma. Esta acción, llamada “secessio plebis” o secesión del pueblo, registra antecedentes desde el año 494 antes de Cristo, y suele ser caracterizada como una rebelión, o al menos una huelga de los proletarii, esos que tienen muchos hijos -los que se embarazan por un plan, diríase ahora. Exigieron mayor equilibrio político, tener representantes propios, acceder a leyes escritas -ya no “interpretadas” por los sacerdotes- prohibir que las víctimas de la usura se convirtieran en esclavos de los acreedores, acceso a cargos religiosos y mejora de la condición militar. Es que además del trabajo, los plebeyos componían la mayoría de las legiones romanas, por lo que estaban en una posición ventajosa. Este tipo de negociaciones paritarias fue repetido varias veces; la historia o los mitos -que acaso son lo mismo- registran al menos siete episodios. El último, parece, fue la emigración del pueblo hacia la colina del Aventino, poco después del año 300 antes de Cristo, siempre en defensa de los derechos populares, pues sin la plebe los patricios no son nada. Hábleme de correlación de fuerzas.
Es la idea que intento desarrollar. La abstención generalizada es el lugar donde van los que no van a votar. El problema es que, a contrario del antiguo Aventino, que politizaba el reclamo en una propuesta de gobierno en base a un territorio alto como una colina, el Aventino argentino es un páramo político, pues es inaccesible a análisis que hablan de la apatía, el cansancio o la repetición de las elecciones. ¿Y si lo que faltan son propuestas? En las actuales condiciones, parece imposible revertir ese hato de prejuicios, ya que esos mismos analistas deberían reconocer que los supuestos interpretativos que usan ya estaban errados desde el principio. Aunque son propicios para la racionalización a posteriori, siempre pronta a la autojustificación para que todo perdure, en todos los campos y campamentos, ya sea mayoría u oposición. Pues no es posible discutir aquello que sostiene el sistema, aunque el que empezó el 10 de diciembre de 1983 y terminó el 1 de septiembre de 2022 ya esté obsoleto en forma y fondo. Si te gusta mantener el simulacro, bancate el Aventino.
El saber convencional, es decir dominante, considera que la baja afluencia a las urnas demuestra la existencia de una “mayoría silenciosa” que apoya el actual proceso de disolución nacional que lleva adelante el régimen del que Milei es apenas el grotesco mascarón de proa. Eso pavimenta la idea que en realidad el voto deba ser optativo, con lo cual la oligarquía llegará a cumplir el sueño del voto calificado. Es el resultado del fracaso de aquel “que se vayan todos”. Pese a la “década ganada” en general se quedaron “muchos”, y una gran parte de los que vinieron no tardaron en aprender los hábitos y costumbres aceptables (la función crea el órgano). Banca sin barro ni barrio es ruina del espíritu. El actual Aventino de faltantes en las urnas reúne a los desesperados, es decir a los que no son esperados en ningún lado, como diría el Compañero Soren Kierkegaard. Temor sin Perón es abstención. ¿Para quién el temblor? Por cierto, la inexistencia de internas partidarias favorece esa tendencia despolitizadora. Si las decisiones superestructurales de las élites permanecen como la respuesta al que “se vayan todos”, en realidad significa decirle al pueblo “váyanse ustedes”. ¿A dónde? Al Aventino de la historia, esta vez bajo forma de recuerdo, homenaje fúnebre a lo que fue, y por siempre, creen destinado al olvido.
Podemos suponer que el peronismo político, en sus diferentes acepciones a veces similares, paralelas o contradictorias, si decide abandonar el Aventino abarrotado de abstencionistas, en general de origen popular, cometerá un error ya que en entre ellos hay muchos que votaron y votarían por nosotros. Pero no los convenceremos al decir que deben volver del Aventino a las urnas “porque somos menos malos”, porque “los de enfrente son peores”, entre otras frases hechas, sin olvidar eso de “yo no haré nada para volver, todo lo harán mis enemigos”, como dijo Perón. Para eso hay que ser Perón, y no parece ser una oferta válida para estos tiempos. Después, echarle la culpa de las derrotas a los medios dominantes u otras cuestiones de la realidad siempre adversa -no da “la correlación de fuerzas”- suena demasiado a excusa tardía, a coartada para no hacer política. Y así ocupar el lugar de oposición eterna en base a tener razón, pero no ser tantos, sin chances de enamorar ni persuadir ni al propio espejo. ¿Y si pasamos de la querella de personas a la elaboración de un Proyecto Nacional? Eso hacíamos cuando ganábamos. Dos planes quinquenales y un plan trienal. Porque el peronismo solo tiene sentido si ataca las causas de la dependencia, que es pobreza y sometimiento, más que tratar de emparchar las consecuencias. La peor traición puede ser el llano, que es un pantano, pero no menos errado es equivocarse de colina.
Esto significa aceptar ser socios menores, aunque indignados o interesados del saqueo. El peronismo puede ser el hecho maldito del país burgués, como dijo John William Cooke, o el hecho burgués del país maldito, como lo vivimos en los noventa -y otras veces. Así que no lloremos como liberales lo que no sabemos conquistar y defender como peronistas desde la colina nacional. Sin posibilidad de politización del Aventino argentino a la vista, la marginación económica que precede la inexistencia política parece inevitable, para fruición de algunos, comentario de otros y conformismo de todos. Es lo exacto contrario de Perón, que supo conducir actores sociales integrados en lo económico que carecían de representación política. Y avanzar en ambas dimensiones, plasmadas en la moderna Constitución de 1949, esa que los patricios eliminaron por un bando militar. Eso es el sentido histórico de la colina del Aventino: baja el aluvión zoológico, exige y obtiene, desde los tribunos de la plebe a los derechos sociales.
Otros dirigentes ven la oportunidad para ir en busca de los que sí votan siempre, que en general saben lo que defienden, y que perciben en el peronismo partidario una amenaza para ellos, más por la historia del movimiento que por las recientes acciones -o inacciones- de nuestra corriente política. Es el peronismo presentable, bueno, serio, apocado como un licor ya vencido. Olvidan que el movimiento nacional ya fue varias veces al Aventino en la historia, es lo que llamamos la Resistencia Peronista frente a 18 años de proscripción y represión, del que bajó en 1973, como ya lo había hecho el 17 de Octubre de 1945. En la dictadura militar nos mandaron a las Fosas Adreatinas de los 30.000 desaparecidos. Y sin embargo hubo paros generales, Madres de Plaza de Mayo y se resistía como se podía. Otros tiempos. ¿Otros tiempos?
Lo grave es que mientras esta colina abstencionista, sobrepoblada y desengañada que existe hoy no sea comprendida ni contenida por la mayoría de la dirigencia partidaria, por más redes que haya, no habrá posibilidades de victoria electoral en vista. De ese modo, la colina Capitolina seguirá en el gobierno, con la voluntad de dioses que manejan el poder, bajo la forma de un Júpiter desquiciado, una moneda de Juno dolarizada y una Atenea desorientada e instantánea, alimentada a puro algoritmo dominante. Será un mayor placer para los actuales patricios, que desde la antigua Roma hasta hoy siempre fueron la oligarquía. Nos imponen un presente y futuro de Brutus, un asesino.
Sábado 19 de julio de 2025.
*Sociólogo. Ex Senador de la Nación, Diputado y Embajador en Francia.
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