En la primera entrega de este trabajo Estela Grassi sostiene que los desarreglos y desvaríos del Presidente posibilitan que el debate político se aleje de dos tópicos fundamentales: 1) la destrucción del Estado y 2) los comportamientos económicos y culturales de un pequeño grupo de empresarios muy poderosos, de constitución relativamente reciente, con el favor del “modelo” de la década neoliberal.
Por Estela Grassi*
(para La Tecl@ Eñe)
Destruir el Estado, construir otro Estado
El comportamiento extraño, payasesco y grosero de Milei, primero como candidato, pero igualmente desubicado como Presidente, atrae mayormente nuestras reflexiones y nos deja atrapadas en tratar de discernir sus excentricidades o de comprender el atractivo y confianza que ejerce su personalidad vociferante en amplios sectores de la sociedad, que aceptan como verdad -o por lo menos desatienden- el sinsentido de sus afirmaciones y datos. O, también, la resignación de otros ante las consecuencias de sus políticas.
Sus desvaríos saturaron hasta ahora buena parte del debate público y han echado un velo sobre las consecuencias del desguace de la política social, mayormente interpretado como un exceso del ajuste fiscal necesario o como deficiencia de la gestión por parte de una ministra que abarca mucho y poco hace.
Con similar intensidad, esas excentricidades del Presidente saturan también los debates, las preguntas, las críticas, las autocríticas y las numerosas y trasversales acusaciones, en el campo propiamente político, dejando a los partidos y coaliciones no oficialistas (de oposición es decir mucho) en estado catatónico y mordiéndose la cola. Mientras, un ejército de cruzados se dedica a amenazar a las voces críticas con capacidad o condiciones para hacerse oír en la sociedad (Juan Grabois es un blanco preferido), y a amedrentar, en términos inconcebibles para un país civilizado, a quien tenga algún grado de popularidad y ose expresar reprobación a las medidas de gobierno, lo que alcanza a la mismísima Mirtha Legrand.
Tras esta borrasca, desde el primer minuto de la gestión mileísta se viene produciendo la mayor destrucción de las instituciones sociales en todos los niveles: desde la eliminación de Ministerios y la depreciación de áreas sociales caras a la tradición argentina (la educación y el trabajo, menoscabados como Capital Humano, por ejemplo), el desfinanciamiento de planes como el FISU (Plan de Integración Socio Urbana), la negativa a entregar alimento a los comedores populares, la eliminación de las inversiones en obras públicas, el cierre de oficinas de ANSES y de Centros de Integración Comunitaria, etc. pasando por instituciones de la sociedad civil, como el caso de la suspensión de miles de cooperativas sin la debida evaluación de su funcionamiento y utilidad, son parte de un largo etcétera de intervenciones sociales negativas. Asimismo, el despido a mansalva de empleados en áreas que son de servicio público y desarrollo social (la ANSES, la Secretaría de Trabajo, donde se desmanteló la división de investigaciones laborales, del CONICET, etc.) y la ausencia absoluta de medidas sanitarias frente a la epidemia de dengue por parte de lo que aún es un Ministerio de Salud, integran una lista muy incompleta del desmantelamiento de la institución de la política social que expresa, en materia del proyecto estratégico, el más absoluto desinterés por la sociedad nacional y su integración y, en su dimensión ética, la ausencia total de sentimientos frente al sufrimiento humano, tal como ponen de manifiesto el Presidente, su círculo de confianza, su equipo de gobierno y sus comunicadores. De hecho, lo que trasciende de la política del Ministerio de Capital Humano no son nuevos programas, planes o proyectos, sino una sucesión de auditorías de lo existente que se desmantela, lo que lo acerca más a un órgano de control que a una agencia de producción de política social.
Ante tanto desatino, queda poco o nada de posibilidad para la contraargumentación racional, sobre los fundamentos y consecuencias de esas medidas. Las justificaciones por parte de los funcionarios o del propio Presidente, cuando las dan, son pueriles, ilógicas y mentirosas. ¿Se pueden refutar razonadamente las sinrazones? ¿Se pueden desmentir cifras o afirmaciones que de tan absurdas se desmienten solas?; ¿o debatir con discursos cerrados en sí mismos, que no admiten alternativas? Como dijimos en otro lugar, Milei se considera un Mesías que tiene por misión imponer una economía de mercado como única forma de vida y extremar el libre arbitrio individual, lo que va desde la supuesta decisión de vender un órgano a utilizar el insulto y la mentira como “libre expresión”. Dice una adepta de La Libertad Avanza (LLA) en la red social X: “Milei nos liberó, podemos expresarnos como queremos, con libertad”. “Expresarse con libertad” incluye, claro, la difamación. Y la difamación incluye -y vuelve como boomerang- a periodistas estrellas, como Jorge Lanata, que se cansó de decirle “vieja chorra” a la ex presidenta y se siente ofendido porque Milei le dijo “ensobrado”. Muestrario de contradicciones de la apropiación libertaria de la libertad, como la que le impone la religiosidad a su ideología y la de viejos liberales como los Benegas Linch, para quienes la libertad incluye la posibilidad de disponer irrestrictamente de los hijos, pero es contraria a la capacidad de decisión de las mujeres frente a embarazos no deseados. Entre tantas liberalizaciones, pretenden la derogación de la Ley de interrupción voluntaria del embarazo y el “derecho” de los padres a disponer de los niño/as para trabajar, lo que serían un anacronismo patriarcal, si no fuera porque además, la totalidad del proyecto cultural del libertarismo mileísta se corresponde también con los tiempos primitivos del capital.
Desde el punto de vista social y cultural, se presenta un panorama desolador. No obstante, todavía una parte importante de la ciudadanía parece haber optado por confiar (aun habiendo ocurrido la marcha del 23-4 y el para general del 9-5), acaso haciendo caso omiso de los dislates que trasmite, por ejemplo, el vocero del gobierno, Manuel Adorni, o por compartir esa cultura desocializadora y pendenciera de las redes y de algunos medios y comunicadores. Otros lo aceptan por simples sinrazones (“prefiero que estos me rompan…., antes que vuelvan los K”, dice un vecino de Palermo). Los informes disparatados y los acting del presidente (su actuación en el acto de Vox, en España y la presentación local de su libro, en el Luna Park, son los más recientes) y de algunos funcionarios (el secretario Luis Petri y sus poses de aviador aparentando pilotear uno de los aviones de combate comprados a Dinamarca, por ejemplo), sumando a los conflictos diplomáticos generados por el propio Presidente y alimentados por una canciller que no distingue entre su opinión personal y su función como representante de los intereses de la nación; los desbordes twiteros de la Secretaria de Seguridad cuando detiene a un enajenado queriendo entrar a la residencia de Olivos con un machete o a un malhechor en Rosario, mientras las bandas de narcotraficantes siguen atacando; los conflictos entre los legisladores; el intrigante papel de acompañante terapéutica de la hermana y secretaria de la presidencia, los besos apasionados de Milei en el escenario del teatro donde tenía función su novia artista y luego, su separación comunicada por X (redactada en estilo de memorándum), sirven de entretenimiento, mientras se desmoronan estrepitosamente las instituciones que, mal que bien, soportaban la sociedad. Todo esto sumado al ya antológico descrédito del poder Judicial y a un Congreso degradado y carente de dignidad en buena parte de sus bloques. Aun cuando prorrogó el tratamiento del famoso proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, obligando al poder Ejecutivo a desagregar algunos temas, en los últimos días de abril la Cámara de Diputados terminó aprobando el proyecto con el voto de una mayoría de los diputados que evidenciaron ignorar el contenido de capítulos oprobiosos desde el punto de vista de los derechos que desanda y las instituciones y bienes públicos que arriesga; y cuyo destino deja en manos de un jefe de Estado enemigo del Estado, según sus propias afirmaciones. Entre ellos, el Banco Nacional de Datos Genéticos, emblema de la política de derechos humanos desde su creación, en 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. Sin hablar del RIGI (Régimen de Incentivo para Grande Inversiones), excesivamente permisivo para dichas inversiones que pasó sin la mínima atención por parte de los legisladores y que se discute en el Senado, presto a aprobarlo con mínimas modificaciones[1]. Ninguna institución de la democracia parece tener, por el momento, alguna capacidad de control de daños.
Signo evidente de ese desmoronamiento de lo público, común e identitario de la Nación, fue el paso, a principios de abril, de la generala del Comando Sur de EE.UU, Laura Richardson, que encontró en el presidente argentino a un buen subordinado para apoyar al país del norte en su disputa geopolítica con China. La Generala fue a Tierra del Fuego, donde se construye una Base Naval Integrada con ese país, y ahí viajó Milei, con disfraz de militar, a rendirle pleitesía. Además de entonar el himno estadounidense, interpretado por soldados argentinos, y apoyar la instalación de la susodicha base, a tiro de las Islas Malvinas y del continente antártico, le prometió supervisar la Estación de Espacio Lejano, instalada en Neuquén, por la Administración Espacial Nacional China, en asociación con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) de Argentina, labor que cumplió la Canciller unas semanas después, pero no encontró militares porque los “chinos son todos iguales”. Una irreverencia impropia de la diplomacia.
Al desbarajuste de lo público, se suma que el Jefe de Gabinete niega lo que el Presidente informó con la enjundia que lo caracteriza: “Se trata de un gran centro logístico que constituirá el puerto de desarrollo más cercano a la Antártida y convertirán a nuestros países en la puerta de entrada al continente blanco”, se entusiasmó ante la generala. Sin embargo, según el funcionario, no existe reciprocidad ni participación de extranjeros en la Base de Ushuaia, según respondió a las preguntas formuladas desde el Congreso de la Nación al respecto, un mes después de ese viaje presidencial al sur para visitar a Richardson.
El Presidente acordó también cancelar el proyecto de Atucha III que tiene financiamiento chino y frenó la construcción de la Central Argentina de Elementos Modulares (CAREM) y el Reactor Argentino Multipropósito RA-10. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) denunció, asimismo, el desfinanciamiento de esos y otros proyectos estratégicos, como los de Medicina Nuclear. Simultáneamente, las Universidades nacionales estuvieron a punto de tener que discontinuar sus cursos, frente a lo cual, el Consejo Superior de la UBA determinó por Resolución la interrupción del funcionamiento de los ascensores de las dependencias de la Universidad y canceló el uso de aires acondicionados y luces en los espacios comunes. No es poco para un país que, a pesar de sus avatares políticos y económicos, logró ser reconocido por su desarrollo científico y, en particular en materia nuclear, lo que le permitió ser uno de los pocos en el mundo que diseñó un reactor de ese tipo.
Ahora bien, ¿se trata, nada más, que del plan de un loco y de un conjunto de delirantes e ineptos? El desguace del Estado fue promesa de campaña de Milei y hasta donde le da su capacidad de simbolización, lo ejemplificó con una motosierra. Duele, pero no sorprende. El loco -parafraseando el título del libro del periodista José Luis González[2]– por lo menos, fue convincente.
La pregunta que se impone, en realidad, es qué Estado se propone demoler Milei sin dejar de ser él mismo Jefe de Estado. Sería un contrasentido si su proyecto no fuera erigir sobre las ruinas del Estado que odia, otro Estado. Otro Estado que no sea más que la institución de las reglas del gran capital internacionalizado y del capital financiero y de un pequeño grupo de empresarios muy poderosos, más faccioso que propiamente capitalista. Un Estado limitado a ser sus medios de protección, a cargo de las fuerzas represivas. Un Estado a punto de ser, también él, un Estado faccioso.
Macri quiso hacer un Estado de empresarios; cubrió cargos y funciones con “sus propios dueños” o representantes de grandes empresas[3]. Antes, con Menem, había técnicos y expertos, pues no le habían funcionado los gerentes de Bunge & Borg, al principio de su gobierno, cuando también quería un Estado manejado por gerentes[4]. Los expertos sabían lo que hacían y el proyecto de un Estado liberal y asistencialista funcionó casi por una década. Estalló finalmente, y dejó un tendal de pobres. Milei no quiere expertos (aunque tenga alguno de incógnito, como Federico Sturzenegger), sino fanáticas como Diana Mondino, Sandra Pettovello y Lilia Lemoine, y los beneficiarios de su experimento libertario no necesitan ensuciarse las manos. Lo dejan hacer sin quedar comprometidos, aunque eventualmente le cubren los gastos y, acaso, delinean los proyectos del Ejecutivo. Tal el caso de Eduardo Elsztain, del grupo IRSA, dueño del Hotel Libertador, donde moró con su hermana por casi un mes, y copropietario del Hotel Llao-Llao, donde lo recibió poco después. Y de Eduardo Eurnekian, su ex empleador, con autoridad para reprenderlo cuando las cosas no salen[5]. Ellos son parte del grupo reducido que rodea a Milei desde el minuto uno de su elección como presidente. Así lo registraba el diario La Nación en su edición digital del 13 de diciembre de 2023.
“Javier Milei llegó a la Presidencia rodeado de empresarios que le dieron estructura para construir su gobierno […]
Algunos que lo habían apadrinado, como Eduardo Eurnekian, ya no se muestran cerca de él. En cambio, desde su buen desempeño electoral otros se fueron acercando a su proyecto y a involucrarse de a poco. Comparte con algunos de ellos afinidades que exceden al ámbito de las relaciones público-privadas y que están vinculadas al mundo espiritual.
Algunos de los empresarios que impulsaron a Milei están en contacto vía el grupo de WhatsApp “Nuestra Voz – Dolarización” y se ordenaron para proveerle estructura para fiscalizar los votos”.
Luego lista sus nombres y pertenencias. Uno de ellos, Gerardo Werthein, es el actual embajador argentino en Washington. Otros se sumaron entusiastas, como Paolo Roca (Grupo Techint) y Marcos Galperín (Mercadolibre), entre los más popularmente conocidos.
Recientemente la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que reúne a este mismo grupo, previsiblemente, se expresó sobre la necesidad de bajar el gasto público y en favor de la propuesta denominada Pacto de Mayo con los gobernadores, subordinada a la aprobación de la citada Ley Bases.
Ellos mismos estuvieron presentes en el Foro Económico Internacional de la Américas, encuentro llevado cabo en enero de este año, en los salones del hotel Four Seasson, donde escucharon al presidente, que reiteró los rudimentos de su credo libertario, repartió sus habituales insultos, agregó algunas groserías cargadas de homofobia y se vanaglorió de sus políticas anti Estado: cancelación de la obra pública y despidos a mansalva de su personal. Lo aplaudieron por eso, se fotografiaron con él y festejaron sus excesos.
Más tarde, a mediados de abril, se reunieron en el Hotel Llao Llao, en Bariloche, a donde también concurrió y habló el presidente, sin ahorrarse bravuconadas. Y otra vez en abril, hizo lo propio en la cena de la Fundación Libertad. Sobre el primero, cito a La Nación del 18 de abril 2024:
“La tranquilidad del Llao Llao se vio alterada durante los últimos tres días a raíz del exclusivo foro, a puertas cerradas de la prensa, que organiza cada año el empresario Eduardo Elsztain (Grupo IRSA) en el hotel que tiene en propiedad con David Sutton (Grupo Alvear).Si bien el encuentro nació con un bajísimo perfil, en las últimas ediciones comenzó a tomar cada vez más relevancia en el debate público a raíz de los empresarios que participan –como Marcos Galperin (Mercado Libre), Carlos Miguens (San Miguel) y Martín Eurnekian (Aeropuertos Argentina 2000)– y los expositores que invitan, como el Presidente Javier Milei y los mandatarios internacionales Luis Lacalle Pou (Uruguay) y Santiago Peña (Paraguay)”.
Las crónicas de estos eventos son iluminadoras porque a través de Milei y sus discursos se pueden apreciar las cualidades de una clase dominante representada por un grupo reducido compuesto mayormente por hombres maduros y satisfechos, que festejan (o disimulan) la ordinariez del presidente, por conveniencia o porque son igualmente ordinarios (difícil conocerlos en su cotidianidad), pero tapados de plata, tanta, que les oculta el horizonte.
En los años de Carlos Menem, esa nueva clase de ricos o que se enriquecían entonces, en algunos casos comprando a precio vil las empresas o bienes del Estado (¿harán lo mismo nuevamente con Aerolíneas Argentina, los ferrocarriles, el Banco de la Nación y los Medios públicos, que pone a la venta la Ley Bases, si resulta aprobada? ¿volverá Macri a comprar el Correo?) se mostraba y participaba de la llamada “cultura menemista”, que escandalizaba a las clases altas tradicionales y a la ilustración porteña. La exposición, los colores estridentes, los escándalos de alcoba, eran objeto de escarnio por entonces. El libro de Silvina Walger[6] (“nacida inconformista en noble cuna” en palabras del periodista Morales Solá, que lo prologa) fue la expresión paradigmática de esa tensión cultural. La modista Elsa Serrano, quien vestía a Zulemita Menem cuando acompañaba a su padre como primera dama, después que éste echara a su mujer de la residencia de Olivos, fue burlada por Walger por su ascendencia calabresa[7]. Era desprecio de las clases tradicionales que perdían su exclusividad y distinción en la cultura, mientras ascendían y se hacían ricos otros sectores con esos u otros negocios que “el modelo” les facilitaba. Macri padre, por caso. La plata pesó más que la cultura: el riojano populachero fue invitado al exclusivo Jockey Club y los liberales y empresarios compartieron sus andanzas en el centro de Sky de Las Leñas (Mendoza), donde la hija del más ilustre de ellos (Álvaro Alzogaray), a cargo de las privatizaciones, se fotografiaba envuelta en pieles y sugiriendo desnudez. Fue entonces, acaso, la transición hacia el dominio de estos ricos más rústicos, capaces de reírse de tamañas groserías de un presidente con ínfulas de dictadorzuelo, más propio de Estados aún no constituidos, que de un país educado que había logrado consolidarse como un Estado democrático, después de atravesar tremendos traumas políticos.
Pero no solo este puñado de ricos, muy ricos rústicos acompañan con risas las groserías del actual presidente, sino que las autoridades de un muy católico y recatado colegio como el Cardenal Copello primero lo invitó a abrir el año lectivo y después le mandó una carta de agradecimiento por su “su presencia… y hermosos recuerdos escolares”[8] del ex alumno, sin la más mínima mención a sus groserías y hechos desagradables sucedidos durante el acto que, en realidad, debían ser denunciados por esas mismas autoridades y por los padres de los alumnos, si acaso mantuvieran algo de dignidad y respeto por valores humanistas y republicanos. ¿O, acaso, son estos valores los que el presidente considera que deben erradicarse porque “lavan el cerebro”? Ni qué decir de esa falta de dignidad de la Universidad de Belgrano (pública no estatal, aprendió a repetir Milei esa parte de la lección sobre teoría política). Nunca se caracterizó por su progresismo la Universidad de Belgrano, pero, ¡dejarse amenazar y pedir disculpas porque el muchacho que le coordina la comunicación por TikTok al Presidente no aprueba la materia de Macroeconomía, parece mucho![9]
Entonces, ¿el problema es Milei o solamente Milei y sus insensateces e impertinencias?
Continúa en una segunda entrega.
Referencias:
[1] Durante la sesión en la que se debatía el proyecto a la que fue convocado el Secretario de Energía de la Nación, este manifestó no haber el leído el artículo que le cuestionaba el senador Martín Lousteau.
[2] El Loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en el la política argentina. Planeta, Buenos Aires, 2023.
[3] Yo misma tengo en mis archivos un largo listado de nombres, con sus correspondientes CV que construí al inicio del gobierno macrista.
[4] Grassi, E. Política y cultura. La otra década infame”. Espacio editorial, Buenos Aires, 2004.
[5] «Si me pide a mí que invierta, decile que yo digo que ponga las bolas y dirija el país», afirmó Eurnekian después que Milei hablara ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), durantela cena anual realizadaen el Alvear Palace Hotel, cuando una vez más insinuó la falta de compromiso con inversiones por parte de los empresarios. (Perfil.com 16 de mayo 2024).
[6] Pizza con champán. Crónica de la fiesta menemista. Espasa, Buenos Aires, 1994.
[7] Grassi, 2004, op.cit.
[8] La Nación del 7 de marzo 2024 incluye facsímil de la carta firmada por Daniela Andrea Ezcurdia, Rectora.
[9] “Espero que el secretario de Educación y la ministra de Capital Humano pongan en orden este desborde que hay en la Universidad de Belgrano, donde hay profesores de origen radical persiguiendo liberales”, fue la orden-amenaza del Presidente ante la comunidad del Cardenal Copello. Días después, el director académico de la Facultad de Ciencias Económicas, hizo saber que la profesora cuestionada ya había sido removida en diciembre, por quejas de los alumnos.
Buenos Aires, 4 de junio de 2024.
*Profesora e Investigadora Consulta IIGG-FCS-UBA.
3 Comments
CO0MPARTO TODO LO QUE DICE LA AUTORA. ESPERO QUE EN LA SEGUNDA PARTE HAYA HIPOTESIS DE QUE HICIMOS NOSOTROS PARA LLEGAR A ESTO. TANTO EL MENEMISMO (ALGUNA VEZ DIJE QUE NOS HABIAMOS REPUESTO DE LA DICTADURA MILITAR PERO NO DEL MENEMISMO) COMO EL MACRISMO FUERON ANTECEDENTES QUE NO TUVIERON CONTUNDENTE RESPUESTA POLITICA
«Fue entonces, acaso, la transición hacia el dominio de estos ricos más rústicos, capaces de reírse de tamañas groserías de un presidente con ínfulas de dictadorzuelo, más propio de Estados aún no constituidos, que de un país educado que había logrado consolidarse como un Estado democrático, después de atravesar tremendos traumas políticos.»
Este párrafo excelso no debería leerse como un adorno literario. Describe a la perfección la ruina ética e ideológica que anima al fascismo de mercado y a los fanáticos de la perversa y fracasada «Escuela Austríaca».
Agradezco a la Doctora Grassi por elevar la calidad del debate.
Muy bueno el artículo, importante la reconstrucción en tiempo real de un proceso de seis meses, que leído en semejante articulación, hace aún más impactante la acumulación de acciones que, enmascaradas en una lógica de desvarios/desatinos (para usar las palabras de la autora), están efectivamente construyendo otro estado.