Una lectura de “Hebe y la fábrica de sombreros”, de Demetrio Iramain.
Por Daniel Rosso*
(para La Tecl@ Eñe)
“Hebe y la fábrica de sombreros”, de Demetrio Iramain, no es sólo el relato de una vida: es sobre todo la narración de cómo un grupo de mujeres desesperadas, solas, sin nada que perder, detuvieron a la muerte. Sin recetas, porque no las había, lo inventaron todo. El libro, entonces, es la historia de esas invenciones. Se trata de un texto que estimula la reflexión y el debate en profundidad. Sugiero, a continuación, algunas lecturas.
El momento de la desaparición es un tiempo de vacío. Una interrupción radical. Allí, en ese vacío producido por las desapariciones, irrumpen las Madres: su aparición es un producto de la desaparición. Allí donde ya no estaban los cuerpos de los hijos se produjo la presencia de las Madres. En ese vacío se desplegó la creación política. Donde faltaban cuerpos se sumaron cuerpos: figuras inesperadas y espectrales en un movimiento circular incesante.
La transmisión de un legado
¿Qué conduce ese proceso de vinculación entre la desaparición de los hijos y la aparición de las madres? La sangre. Así lo relata Demetrio citando a Hebe: “Yo quiero que la sangre de mis hijos tengan sentido. Qué tenga sentido porque dieron su vida. Y por eso nunca me voy a cansar de pelear ni estar en la calle”.
No hay víctimas: la victimización es una operación de borramiento de las identidades políticas. Y, por el contrario, en el vacío de las desapariciones las Madres extraen un mensaje nítido: el del compromiso con las identidades que lucharon y luchan contra la opresión y la identificación con el sentido político de la sangre derramada. Las Madres toman ese legado. Hay en las desapariciones una demanda de transmisión: la del discurso y de la práctica de los hijos desaparecidos. La sangre es un texto revolucionario. De allí, que la Universidad de las Madres y la Radio 530 tienen una misión inequívoca: ser los aparatos ideológicos de esa transmisión. Si estos se desvinculan de ese legado rompen con su sentido histórico.
Los bordes de la institucionalidad
Hebe se coloca en los bordes de la institucionalidad reconstruida en 1983: habita el nuevo orden pero lo tensiona a través de la reivindicación de la identidad política de los hijos e hijas desaparecidas. Hay una rebeldía no administrable que se expresa como discurso y práctica de los bordes.
Por ejemplo, se opuso a incorporar los derechos humanos al campo de la monetización: la reparación histórica, por ejemplo, por la que los desaparecidos pasaban a tener un valor de cambio y eran incorporados al territorio del intercambio mercantil. Sostiene Demetrio: “el gobierno de Menem había promulgado la ley 24.411, que establecía el pago de una indemnización por desaparición forzada o fallecidos por el accionar del terrorismo de Estado a cada uno de los familiares que se presentaban en las oficinas estatales a reclamarlas, previa aceptación de la muerte del desaparecido”.
Ello significaba, entre otras cosas, clausurar el vacío mítico de “lo desaparecido” para colocar en su lugar el registro estatal de los fallecimientos. Era un modo de cerrar ese espacio inquietante y politizador de las desapariciones. Porque sobre esa palabra se organiza la transmisión intergeneracional de un legado ideológico. La frase “aparición con vida” se oponía al reconocimiento estatal de la muerte. El Estado terrorista desaparecedor hace inviable cualquier legitimidad de otro Estado para clausurar ese vacío. Lo desaparecido no tiene clausura. Permanece abierto como espacio de creación política.
Esa lógica del poder es retomada de modo más extremo por el actual gobierno: intentando transformar las desapariciones en una discusión aritmética. Es cuando propone dejar de discutir la radicalidad monstruosa de un poder que produce desapariciones para dar lugar a un debate contable sobre el número de desaparecidos.
Lo irreprimible
Las Madres son lo irreprimible: una subjetividad en la que la amenaza de represión no ha funcionado ni funciona. No porque no tuvieran miedo sino porque aprendieron a atravesarlo. Y porque nacieron destituyendo la individualidad: fundando una ética colectiva. Cita Demetrio a Hebe: “Sé que no es fácil anteponer siempre lo colectivo, pero yo siempre pongo el ejemplo de Trelew. Cuando los chicos decidieron escaparse, había tres organizaciones. Se juntaron las tres, cada una tenía diferente nombre pero pensaban lo mismo: la liberación de la patria, trabajo para todos, comida para todos, en un momento muy difícil del país, y cada uno asumió la responsabilidad”. Es claro, en toda realización política hay una fábrica: una trama de producción colectiva. Lo fabril no es sólo un espacio de relaciones de producción: es también una invención de lo colectivo, de solidaridades, pasiones y comunitarismo.
Lo comunitario
No es posible concluir si Hebe es un producto de sus hijos desaparecidos o estos son un producto de Hebe. Porque ella se va de “El Dique”, su primer domicilio, en busca de una vida más abierta, moderna y comunitaria para sus hijos. Tiene un proyecto para ellos: un proyecto para que ellos desarrollen un proyecto. Es la exponente de una clara visión de maternidad: la que habilita el deseo y la libertad y no la que los restringe. La nueva casa de Hebe era una comunidad: los hijos y los amigos de sus hijos eran un sujeto comunitario. Muchos años después Hebe dirá que “la Casa de las Madres fue un mundo que nadie conoce, hicimos una comunidad”.
Una querida presencia
“La Plaza es el encuentro con nuestros hijos, Juanita con ciento un año fue hasta el último día a la Plaza; la Plaza nos mejora, cuando entramos somos más fuertes y sentimos la presencia de ellos, pero lo más importante es que nosotros podemos dormir tranquilas porque nunca vamos a traicionar a nuestros hijos y este es nuestro compromiso”. La desaparición es la presencia de una ausencia: en el vacío, los desaparecidos están presentes. Son aquella “querida presencia”. Por eso hay una hora donde el tiempo se politiza: las 15 y 30. Es la cita a una marcha infinita que no se detiene y que cuenta con integrantes visibles y no visibles. Porque la Plaza produce otra invención: un nuevo registro de visibilidad. A los desaparecidos no se los ve pero están. Integran la marcha infinita.
La Universidad de las Madres y la radio 530, la radio de las Madres, sólo tienen sentido como integrantes de esa marcha infinita, como expresión de ese legado, como creadoras de una comunidad. Recomiendo la lectura atenta de “Hebe y la fábrica de sombreros”.
Buenos Aires, 16 de enero de 2024.
*Sociólogo, docente y especialista en Comunicación. Ex Subsecretario de Medios de la Nación.