El décimo capítulo del folletín “LA CARRIÓ – Retrato de una Oportunista” –, es a su vez la parte dos de la saga de cuatro episodios que abordan la relación de Carrió con Mauricio Macri, y remite a aquel enero de 2015 en el que Lilita blanqueó su unión política con Mauricio, que llevaría al ex Jefe de Gobierno de Buenos Aires al sillón de Rivadavia.
Por Carlos Caramello*
(para La Tecl@ Eñe)
“El amor nunca muere de muerte natural…
se muere de ceguera,
de los errores y de las traiciones”.
Anais Nin
Volvamos con uno de esos flashback de manual de los que abusan ciertos directores de cine argentinos que se enamoraron de Bergman en su adolescencia y quieren copiarlo filmando largo… y lento. La cámara abre a un remolino de hojas amarillas y marrones sobre las veredas de una Avenida Corrientes (que no tiene árboles, pero no importa: todo sea por el arte). Es abril del 2014. En travelling nos metemos en la sala y nos congelamos frente al escenario de boca italiana. Elisa Carrió posa sonriente, flanqueada por los radicales Ernesto Sanz y Julio Cobos. La escena transpira tensión. Y huele más a podrido que la Dinamarca del Príncipe Hamlet.
Presentación del Frente Amplio UNEN (FAUNEN, que aunque el lector desatento pudiese pensar que viene de “fauna” por su composición, es sólo la sigla del frente) con un acto más corto de lo que podía esperarse… claro; para evitar rispideces. Lo único que brillaba eran las luces de los flashes y reflectores sobre el escenario.
Y Elisa, que se sentía como en casa, rodeada de radicales. Eso sí: en el foco exacto de la atención. Eugenio «Nito» Artaza, Oscar Aguad, Gerardo Morales y Martín Lousteau la custodian. Por fuera de esta guardia pretoriano-radical, se apelotonaban Fernando «Pino» Solanas, Hermes Binner, Graciela Fernández Meijide, Margarita Stolbizer, Norma Morandini, Luis Juez, Victoria Donda, Alcira Argumedo, Humberto Tumini y Roy Cortina: el Olympo progresista en pleno.
Pero, como pasaba con los dioses griegos, lo que exhibían las cámaras de TV no era lo que ocurría en el backstage: la sorda disputa interna que había desatado la todavía verde posibilidad de sumar al PRO y, sobre todo, a Mauricio Macri a este Frente UNEN, despeinaba la flamante alianza. Desde las plateas, los militantes del GEN (bueno: militantes militantes no… pero casi) tapizaban la sala con volantes que rezaban: «No nos unen las encuestas sino las ideas«. La acción la comandaba “Marga” Stolbizer, que tantas veces se había unido a Carrió por espanto más que por amor pero, ahora, plantaba bandera.
Si, si, es verdad que unos años más tarde Margarota corrió a los brazos de Mauricio para entregarle un ejemplar de su opúsculo “Yo Acuso”; pero, por entonces, eran tiempos en los que la denuncia a Macri por la estafa con las cloacas en Morón de los años ´90s -donde Stolbizer había trabajado de concejala y había votado afirmativamente el proyecto que incluía dicho timo- los obligaba, de alguna manera, a mostrar su desagrado.
Además, Macri había sido miembro de la banda del contrabando de autopartes, que luego de sumar dos sentencias condenatorias, fue sobreseída por la Corte Suprema de los Milagros Menemistas. Y justamente por esa razón, Elisa Carrió había pedido el juicio político de los cortesanos.
La idea de sumar al PRO era, a ojos vista, políticamente incorrecta por donde se la buscase. Pero, puesta en perspectiva de lo que luego sería el “Partido del Ballotage”, tenía más fuerza y proyección electoral que todo el resto que se le oponía.
Ante los micrófonos, encendidas las cámaras de la televisión y bajo la luz de los reflectores, los miembros de la Coalición Cívica -muchos de los que más adelante serían oficiales destacados en el gobierno de Macri, como por ejemplo Alfonso Prat Gay- defendían este arreglo más que John Wayne a Fuerte Apache.
Menos de 48 horas después, durante un reportaje en el que aseguró que “no votaría a Macri”, Lilita admitió que tampoco lo haría por algunos dirigentes de su propio armado. «Con los integrantes del espacio (FAUNEN) hemos hecho un acuerdo de votar en una segunda instancia al candidato que enfrente al kirchnerismo y estoy dispuesta a hacer ese esfuerzo«. Y como para no ir demasiado a fondo, la líder de la Coalición Cívica se justificó: «Creo que este último es un esfuerzo de unidad por el pueblo que se tiene que sobreponer a su decadencia«.
Y, por si semejante definición no alcanzase, Lilita mandaba mensajes en una botella. «Yo no tengo pensamiento ideológico; para mí las ideologías pertenecen al siglo XX y tanto las fuerzas de izquierda como las de derecha han llevado a la violencia, en muchos casos, y al neoliberalismo, en otros«. Y ya se sabe para qué lado tuercen los que dicen no tener ideología… Más claro, teñilo de rubio.
El desenlace llegó casi 6 meses más tarde, en agosto, durante la presentación de los precandidatos porteños del frente Unen en el Palacio Rodríguez Peña. Pino empujaba un encendido discurso en el que advertía que en ese armado político no había espacio para ajenos y menos si provenían de “la derecha moderna”. Lilita hacía caras y cuchicheaba con Martín Lousteau. De repente, en un gesto tradicional en las prima donna de la ópera mundial, la chaqueña se levantó, agarró la carterita e hizo un aspaventoso mutis por el foro. Solanas continuó pero la Diva de Quitilipi ya se había robado la noche.
Definir ese momento como el principio del fin sería una perogrullada y, además, faltaríamos a la verdad. La idea bullía en la cabeza de Carrió desde hacía años. Sólo necesitaba el escenario propicio para su acto de escapismo. Y ese resultó más que efectivo. “Mirá, se lo hice a mis maridos, no se lo voy a hacer a mis novios… habría reconciliación, pero no creo que él quiera» explicó más tarde apelando a su consabida costumbre de bajarle el precio a las cagadas que hace. Pero, además, le coló una cuota de feminismo a la ruptura: «A mí no me manda nadie y menos un hombre. Esto es una estrategia. Cuando vos te hacés la enojada con tu novio, en realidad no estás enojada, es una estrategia. Hay gestos que hablan por mil palabras y fue eso. Un gesto político, claro y contundente”.
La verdad es que le estaba tirando onda a Macri, a quien, tarde o temprano, veía sentado en el sillón de Rivadavia. A partir de ese día, se inició la lenta danza de la seducción que, por otra parte, a Mauricio no le provocaba ningún disgusto. Y en enero de 2015 blanquearon la relación.
Con un comunicado conjunto en las redes sociales hablaron de ese amor que nacía: “Nos duele la realidad de nuestro país. Pero nos llena de esperanza saber que este año las elecciones nos dan la oportunidad de lograr un cambio.
Queremos que haya una alternativa competitiva frente a los que nos gobiernan hace décadas.
Creemos que el cambio no debe ser cosmético, sino un cambio profundo que nos lleve a ser un país mejor. Un país con república, paz, unidad, certezas y prosperidad económica y social. Con instituciones sanas que permitan proyectar el futuro.
Por eso sellamos la unidad y competiremos en las elecciones internas abiertas para que ustedes puedan elegir cual es la mejor propuesta, sin que nadie pierda su identidad. Invitamos a todos los argentinos que compartan este sueño a sumarse”.
Una suerte de participación de casamiento a la que sólo le faltaba la firma que indicase “La Pareja Feliz” y un pie de página que advirtiese que “los novios saludarán en el atrio”. Porque invitados-invitados, a esa fiesta, había muy pocos.
Buenos Aires, 15 de octubre de 2022.
*Licenciado en Letras, escritor, periodista y analista político.